miércoles, 19 de diciembre de 2007

“Un verano con Mónica”, de Ingmar Bergman (1952)

El Círculo de Bellas Artes ha programado un completísimo ciclo de Ingmar Bergman en diciembre. En la última sesión de hoy miércoles 19 echaban “Un verano con Mónica”, una película de 1952, de su primera etapa. Y allí fui.

La película cuenta básicamente la relación amorosa de dos jóvenes. Ambos pierden sus trabajos y se escapan al campo, donde pasan un verano viviendo en la naturaleza. De regreso a la ciudad, la pareja comienza a resquebrajarse por la incapacidad de Mónica de asumir sus nuevas responsabilidades (entre ellas, una hija). Curiosamente, rebuscando en el ‘imdb’ he encontrado que la película en EE UU se tradujo como ‘Monika, the Story of a Bad Girl’. Doblemente lamentable, porque la película quiere contar mucho más que las maldades de Mónica.

Lo que más me ha sorprendido es la capacidad narrativa de Bergman. De Bergman y de un tal Per Anders Fogelström, que es el guionista y autor de la novela que inspira el filme. Bergman guarda los tiempos con la precisión de un reloj suizo. No da un paso en falso. Como paciente alfarero, llena de sentido cada una de las escenas, riquísimas en contenido, símbolos y, lo más importante, vida.

Es como si Bergman no supiera lo que va a pasar en la siguiente escena, parece como que van naciendo en el mismo instante en que se filman. Es esa creatividad, esa reinvención de la cotidianeidad ante la cámara, lo que va introduciendo al espectador en la película, llevándolo al fondo de la pantalla y, habría que decir, de sí mismo. Parece que no está pasando nada, pero está pasando todo.

La película se sitúa entre la asunción de las obligaciones que el mundo impone –que encarna el personaje masculino- y la preferencia por el escapismo de esas mismas obligaciones, lo que se vería en Mónica. En el fondo es una aproximación al concepto de libertad desde el más puro realismo.

Bergman sólo muestra, no juzga. Pero lo que enseña es mucho, sobre todo humanidad: desde la pusilanimidad de él hasta la frustración de ella, pasando por la practicidad de la tía del protagonista.

Hay dos frases que me han llamado especialmente la atención en la película, una de él y otra de ella, que la repite en dos momentos distintos.

La de él: “Tenemos que construir algo real, ir a la ciudad, conseguir un trabajo, tener un niño, comprar una casa y ser felices”.

La de ella: “¿Por qué otros son felices y tienen todo lo que quieren, y a nosotros nos ha tocado sufrir?”

A mí me dicen mucho, las dos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Soy una mega-maxi-fan de Harriet Anderson!!! Y mi amiga Kikí también.