miércoles, 2 de enero de 2008

'Once', de John Carney

La idea de contar la historia de una película a través de canciones es una estupenda idea. Vamos, un musical. Lo que ocurre es que estamos acostumbrados a los típicos musicales donde de repente un señor, sin venir a cuento, empieza a cantar y hacer piruetas por la calle, lo que los aleja totalmente de la realidad. Lo que no está mal, que conste, pero 'Once' es otra cosa.

En primer lugar y que vaya por delante, es un pastel bastante importante. Vamos, que la historia que cuenta y cómo la cuenta trae menos realidad incluso que un musical de los de antes. Es tal el grado de 'buenismo' que, en algunos momentos, dan ganas de echar a correr. ¿Desde cuándo una chica se enfada porque un chico la invita a dormir a su casa? A lo sumo, si no quiere quedarse, se echa a reír, que es lo propio.

Con esta película me he dado cuenta de una cosa: hay películas que cuentan momentos clave de la vida de una persona y otras que cuentan cosas cotidianas. El problema de las primeras es que normalmente, y esto en 'Once' clama al cielo, todo se centra en ese momento clave, pero no te llega, ni te emociona siquiera, porque necesitas el fondo, el contexto, la "vida" de esa persona, y no un momento clave.

El protagonista, de un día para otro, decide que el fin de semana graba unas canciones en un estudio de grabación y que el lunes se va a vivir a Londres. ¿Pero a qué tanta prisa? Son detalles pequeños, pero importantes. No te lo crees, vamos.

Por otro lado están las canciones, tan pastelosas como la película. De todas formas, algo positivo hay en todo esto, y es que el formato funciona. Una película así sirve para acercar y enriquecer las canciones, sobre todo en el caso de la letras.

Con buenas canciones y un buen guión, el resultado puede ser bestial. Y además, creo que algo así ni siquiera se ha intentado. Yo al menos lo desconozco.Me imagino una película protagonizada por Nick Cave, en la que cuenta una historia a través de las canciones que va cantando a lo largo de la película...

5 comentarios:

mar dijo...

La idea de contar una historia a través de canciones es una estupenda idea, sí, pero también cambiaría al protagonista: la mayoría de canciones del cantautor callejero no me despertaban ni de lejos el entusiasmo que a todos los personajes de la película.

La peli tampoco me la creo, pero algunas de las razones que das no me acaban de convencer. El prota decide grabar unas canciones de un día para otro porque se supone que la tía actúa como desencadenante, ¿no? A menudo llevas meses estancado y, de repente, pasa algo y toda tu vida salta por los aires. Yo ya llevo varias explosiones de esas, así que puedo entender las prisas del menda.

Quizás me decanto más por el buenismo absolutamente inverosímil, puede haber un alma candy candy, vale, pero de ahí a que lo sea también el banquero, el del estudio de grabación, el de la tienda de pianos, el padre, los novios, los vecinos y todo cristo, ya no cuela, parece más bien una peli de extraterrestres.

mar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jesús Miguel dijo...

Tengo que puntualizar: no me parece raro que de un día para otro se decida a grabar unas canciones. Lo que me parece raro es que decida grabar unas canciones y, al día siguiente, irse a vivir a Londres. ¿Y los billetes? ¿Y la maleta? ¿Y las mil y unas cosas que tienes que preparar antes de una mudanza? Esas pequeñas cosas, añadidas al resto, son las que hacen que no me crea nada de nada. Es más, a cada día que pasa y recuerdo la película, me gusta menos.

Y es verdad, es un buenismo absoluto y pasteloso.

mar dijo...

(contesto esperando que llegue la sangre al río ;-)

Pero si es un músico jipi. ¿Qué maleta? ¿Qué billetes? Hará barcostop con la maqueta recién grabada entre los dientes y llevará cada día los mismos tejanos desgastados y la misma camiseta.

A mí también me gusta menos a medida que van pasando los días.

Jesús Miguel dijo...

¿jipiiii? Vamos a ver, Mar, ¿Desde cuando un jipi vive con su padre y arregla aspiradoras?